Cangas de Onís y Covadonga

Asturias. Primera parte.

PROPUESTAS – Cualquiera que regrese a casa después de viajar por Asturias lo hace con el deseo de repetir la experiencia. Son tantas las maravillas que ves, y tanto lo que te da la impresión que te falta por visitar que al despedirte lo haces con un hasta luego.

En esta ocasión, nuestro destino en tierras asturianas es Cangas de Onís, una pequeña localidad situada al Este del Principado, en los Picos de Europa.

Nada más entrar en Cangas de Onís, nos recibe su puente romano, una hermosa construcción que sirve de improvisado trampolín para algunos atrevidos que se arrojan a las claras aguas del río Sella para aliviar el calor en los meses de verano.

En este pueblo asturiano también podemos visitar el Dolmen de Santa Cruz, las majestuosas casas de Indianos y la Iglesia Parroquial de Santa María. Además, si recorremos con el coche la Avenida de Covadonga, llegaremos en pocos minutos a la ermita que acoge la imagen de la “Santina”.

Hay varias formas de acceder a la ermita y a los lagos de Covadonga:

– A pie: podemos seguir varias sendas que nos aseguran unas maravillosas vistas. Cada senda tiene un grado de dificultad que podemos consultar en los paneles informativos colocados a lo largo del recorrido.

-En coche: tanto los lagos como la basílica y la ermita de Covadonga reciben miles de visitas al año, por lo que los accesos están muy regulados. En verano, por ejemplo, en vehículo privado tan sólo podremos acceder hasta la basílica y, si deseamos visitar los lagos, será necesario coger un autobús que nos conducirá hasta el lago Enol (a un kilómetro del lago Ercina).

Desde que dejamos Cangas de Onís, y antes de llegar a la ermita, encontramos cuatro parkings (donde podemos dejar nuestro vehículo pagando dos euros) y otros espacios gratuitos habilitados también para el mismo fin. Si optamos por dejar el coche antes de llegar a la ermita, se nos ofrece la posibilidad de completar el recorrido caminando, siguiendo una senda que nos acerca aún más a la naturaleza.

-En autobús o taxi especial: el primero de ellos hace el recorrido Cangas de Onís-Lagos tan sólo durante el verano y, como decíamos anteriormente, es la única forma de acceder a los lagos en época estival (si decidimos no hacerlo a pie, claro está). El autobús para en los cuatro parkings, a la altura de la ermita y cerca del lago Enol, ofreciendo a los pasajeros la oportunidad de bajar y subir donde deseen por 7 euros al día.

Ésta es sin duda una buena opción para que todos disfruten de las maravillosas vistas que ofrece la subida a los lagos, permitiendo al habitual turista-conductor que deje el volante por unas horas y no tenga que hacerse una idea de lo que le rodea por los comentarios de su copiloto.

Conviene tener en cuenta dos fechas. La primera es el 8 de septiembre, Día de Asturias. Si decidimos visitar a la «Santina» y subir a la basílica ese día, tendremos que armarnos de paciencia porque se congregan en la zona cientos de asturianos con ganas de saludar a su patrona.

La otra fecha importante es el 9 de septiembre, cuando finalizan las restricciones para subir a los lagos y, por tanto, deja de funcionar el servicio de autobuses. Aún así, podemos recurrir a los taxis especiales, que nos llevarán hasta lo más alto por 10 euros por persona.

La subida a los lagos no tiene desperdicio. El tiempo marcará nuestras vistas, ofreciendo la oportunidad a los visitantes en algunas ocasiones de superar a las nubes y moverse por encima de ellas.

Al llegar a lo más alto, la naturaleza nos muestra de nuevo sus maravillas. El lago Enol nos recibe entre altas rocas, rodeado por vacas que han hecho de esta zona su territorio y se mueven a sus anchas sin apenas inquietarse por la presencia de los turistas.

Y del lago Enol al Ercina, un kilómetro. Hay diversas formas de llegar hasta él y el camino que elijamos dependerá de nuestras ganas de andar y de nuestras fuerzas. Quizás, el recorrido más corto sea el que nos lleva desde el Enol hasta el Ercina por un camino empedrado, que subimos con el permiso de la fauna autóctona, y que al final nos ofrece, una vez que recuperamos el oxígeno perdido durante el trayecto, una panorámica de los dos lagos de Covadonga.

Eso sí, las condiciones climatológicas serán determinantes, ya que de ellas dependerá que nuestros recuerdos se queden con la imagen de los lagos de Covadonga o, en su lugar, guarden la de un amplio mar de nubes. Alguien me contó hace poco que en cinco ocasiones había repetido la visita a los lagos y que de las cinco se había marchado sin conseguir verlos, por lo que gracias a un profundo acto de fe, seguiría creyendo que estaban allí. Pero todo tiene su encanto y estamos seguros de que la visita siempre merecerá la pena.