Argentina sin cenizas. Parte II

Nuestra ruta por el Norte de Argentina, la parte que se ha librado del efecto devastador del volcán chileno, sigue su curso. El miércoles, 13 de julio, dejamos Buenos Aires para desplazarnos hasta Córdoba. Prevemos llegar a esta ciudad a las cuatro de la tarde, pero una cosa es nuestro deseo y otra bien distinta lo que nos depara el día.

Prácticamente desde que salimos de la capital argentina nos acompaña una molesta neblina que hace que parezca que nuestra carretera se extiende sobre las nubes. Kilómetros después nos abandona, pero su presencia ha dejado huella. Al parecer fue el motivo principal por el que varios vehículos se vieron implicados en una colisión múltiple que provocó varios kilómetros de retención. Nos desvían antes de llegar a Rosario y ese desvío nos obliga a visitar pueblos no marcados en el itinerario y más estaciones de servicio de las previstas.

Finalmente, llegamos a Córdoba alrededor de las siete y media. Nuestra primera impresión es que los cordobeses no son lo que se diría tranquilos al volante. En esta ciudad, nos alojamos en el Córdoba B & B, un sitio céntrico, a pocas cuadras de la Manzana Jesuítica, donde encontramos los edificios más emblemáticos de la ciudad.

De Córdoba nos llama la atención lo diferentes que son unos barrios de otros, según nos movamos por las zonas residenciales, por la zona turística o por la entrada a la ciudad, da la impresión de que nos trasladamos a localidades distintas.

Al igual que ocurría en Buenos Aires, aquí se puede disfrutar de unos platos exquisitos por un precio que, para los que llegamos desde España, nos resultan gratamente llamativos. En la capital argentina, por 45 pesos (algo menos de 8 euros), tomamos un menú compuesto por primer plato, segundo, postre, bebida y café, y unos platos que fácilmente superarían por si solos ese precio en territorio español. En Córdoba ocurre lo mismo, comer muy bien por muy poco dinero es lo habitual. Aquí, la carne se sirve de mil formas distintas con un nivel que es complicado superar.

A algo menos de 40 kilómetros de Córdoba se encuentra Alta Gracia, donde visitamos la Manzana Jesuítica y el dique que construyó esta orden ubicado en el centro de la localidad y en torno al que se ha creado un parque que se convierte en punto de encuentro de los lugareños. Los más pequeños lanzan sus cañas al lago a la espera de recompensa.

En Alta Gracia podemos visitar también el Museo del Che, creado en la casa donde vivió siete u ocho años durante su infancia. A esta localidad se trasladaron sus padres con su primogénito, siguiendo la recomendación de los médicos para tratar los problemas de asma del pequeño Ernesto.

Regresamos a Córdoba. El jueves, 14 de julio, llega a su fin y nada mejor que despedirlo con un buen helado y varias dosis de entretenimiento: una sesión de cine o una visita a los recreativos son una buena opción. El viernes nos espera un largo viaje en camioneta hacia Tucumán.