Estuve en Londres hace algo más de diez años. Nadie diría que ha pasado tanto tiempo porque, una vez allí, todo te resulta familiar. Sinceramente, creo que es lo que siente la mayoría de la gente que visita la capital británica porque, ya sea por el cine, por las series o por las noticias, la mayor parte de esta ciudad está grabada en nuestra mente.
En esta escapada londinense me acompaña mi amigo Luis, para el que ésta será su primera vez en Londres y, por eso, decidimos colocarnos en la línea de salida y utilizar este viaje para conocer lo más característico, lo que podríamos llamar «los imprescindibles». Seguramente, algo se nos quedará en el tintero, pero damos fe de que ha sido uno de los fines de semana mejor aprovechados de nuestras vidas.
Este relato transcurre durante un fin de semana de febrero, en el que el tiempo no acompaña. De hecho, la nieve decide unirse a nosotros nada más aterrizar en el Aeropuerto de Stansted. Por cierto, volamos con Ryanair desde Madrid, salimos de madrugada y, alrededor de las ocho de la mañana con el cambio horario británico (una hora menos), alcanzamos nuestro destino. Una vez allí, en el mismo Aeropuerto, tomamos el tren Stansted Express para desplazarnos hasta la Estación de Liverpool Street, en el centro de Londres. A partir de aquí, comenzamos a pasear, levantando bien la vista para no perder detalle de las maravillas que vamos encontrando a nuestro paso.
Primera instantánea obligada: Tower Bridge. El cielo gris le concede, si cabe, una imagen más señorial y no hay perspectiva que desluzca su indiscutible clase.
St. Paul Cathedral: probablemente, en este impresionante edificio podríamos invertir tranquilamente un día entero, pero esa visita en profundidad la dejamos para otro momento, y nos conformamos con disfrutar del exterior y escuchar las explicaciones de la Audio Guía que descargamos antes de empezar el viaje. Los que vayan con la idea de conocer el interior, preparen la cartera porque el desembolso es considerable.
National Gallery: la entrada es gratuita y, aunque se disponga de poco tiempo, es «obligatorio» entrar. Aquí encontraremos algunas de las obras que están en la mente de todos, por escasos que sean los conocimientos de Arte que se tengan… Sin duda, una oportunidad única para mirar frente a frente a los girasoles de Van Gogh o a los bañistas de Seurat.
Nos dirigimos después hacia la zona del Parlamento, pero de camino, una aglomeración de gente nos avisa de que pasamos ante uno de los hogares más famosos de Londres: el Número 10 de Downing Street, donde reside la primera ministra británica, Theresa May.
Ahora sí, llegamos a la «zona 0» de los edificios de interés de Londres. En el punto donde termina Parliament Street, podremos tomar las mejores fotografías del «archiconocido» Big Ben, o caminar un poco más y recorrer el Puente de Westminster.
También en esta zona, se encuentra la Estatua de Churchill y el impresionante Parlamento, sin olvidarnos de la Abadía de Westminster.
Si vuestros pies aún aguantan, podéis recorrer caminando St. James Park y llegar hasta Buckingham Palace, otra de las joyas de la corona, nunca mejor dicho, de esta ciudad.
Quizás, a estas alturas, vuestros pies os pidan un respiro y, por eso, no está de más recargar las pilas en vuestro alojamiento. Nosotros reservamos una sencilla habitación en el EasyHotel de South Kensington, una habitación minúscula con un cuarto de baño de juguete, pero que nos permitió pasar dos noches en el centro de Londres por un módico precio (110 euros).
Y si tenéis la oportunidad, no dudéis en asistir a un Musical. Los mejores teatros de la capital británica acogen representaciones paralelas de obras que triunfan en Broadway, entre ellas, la que a nosotros nos dejó con la boca abierta: «Wicked».
Para empezar un nuevo día nada mejor que acercarse hasta el British Museum, un lugar con un encanto especial en el que podríamos perdernos durante días y días, y siempre tendríamos la idea de que nos falta algún objeto que contemplar. Si se dispone de poco tiempo, lo mejor es coger un plano y dirigirse a las piezas destacadas, que amablemente nos indica el propio Museo. Por cierto, la entrada también es gratuita, pero se agradecen los donativos.
Para cambiar de aires, nos dirigimos hacia el barrio de Covent Garden. Por sus calles, atestadas de gente, se respira un aire fresco, moderno, en el que la artesanía tiene uno de los papeles principales. Muestra de ello es su famoso Mercado.
Y cómo olvidarnos de Hyde Park… un remanso de paz en mitad de esta gran ciudad, donde, a buen seguro, podremos saludar a alguna que otra ardilla.
Quizás en esta enumeración echéis en falta Picadilly Circus… La famosa plaza sigue allí, pero durante los días de nuestra visita no estaban para recibirnos sus animados letreros…
Si aún os queda tiempo, siempre resulta curioso visitar Harrods, los grandes almacenes más famosos de Londres. La mayoría de sus productos no están al alcance de cualquier bolsillo, pero el edificio por si solo, merece la pena. Además, si lo necesitáis, hay red wifi abierta.
La lista de edificios que visitar y monumentos que contemplar podría ser interminable, pero en algún lugar hay que hacer el corte… Poco a poco nos vamos despidiendo de Londres, pero antes, una pequeña recomendación que nos gustaría dar a los que estén pensando en planificar un viaje a esta ciudad próximamente: estudiad bien los vuelos que vais a reservar, tanto los horarios como el aeropuerto de destino. A veces, se nos van los ojos hacia el precio más barato, pero a la larga, los gastos en desplazamiento hacen que el precio final se eleve considerablemente.
Pues aquí uno de los protagonistas del viaje no pudo evitar emocionarse leyendo y recordando con cada foto lo especial de esta visita, un cambio de aires necesario y una vivencia bonita más para la colección de las que las muchas que nos regala la escritora de este sitio web y amiga personal.
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