No acostumbramos a hacer planes con mucho tiempo, pero esta vez el proyecto que teníamos en mente lo requería. Corría el mes de abril de 2019 cuando decidimos disfrutar de uno de los conciertos de la gira europea de la soprano estadounidense Sarah Brightman.
Como se suele decir: si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma. Y eso es lo que hicimos. Esta cantante no tenía a España entre las paradas de su tour, así que elegimos Praga para deleitarnos con su gran voz.
Partimos de Madrid el jueves, 7 de noviembre de 2019. Nuestro avión de las líneas checas despega puntual, a las tres y veinte de la tarde. En menos de tres horas, llegamos a nuestro destino y, aunque las temperaturas son algo más bajas que en España, tampoco son tan temibles como imaginábamos.
Para llegar al centro de la ciudad desde el aeropuerto, nos desplazamos en el autobús Airport Express. El billete se puede comprar en el punto de recepción de turistas del mismo aeropuerto o en el propio autobús, y cuesta al cambio algo más de dos euros (60 coronas checas). En apenas media hora (sin hacer paradas), llega a su destino: la estación central de trenes, que se llama Hlavni Nadrazi.
A la hora de reservar nuestro alojamiento en Praga, optamos por un hotel equidistante de los principales lugares de interés de nuestro viaje: el Pabellón donde se celebra el concierto (Tipsport Arena), el centro histórico de la ciudad y la propia estación central de trenes. Según ese criterio, y valorando las opiniones de los viajeros, nos decantamos por el AXA Hotel, en la calle Na Poříčí. Desde allí, es fácil desplazarse andando a los lugares más turísticos de la ciudad.
De hecho, solo utilizamos el tranvía para llegar al Tipsport Arena. Ese día compramos el billete diario de transporte público. Cuesta 110 coronas (para calcular su equivalencia en euros, recomendamos, en estos momentos, dividir entre 25) y se puede utilizar tantas veces como se desee durante 24 horas, ya sea en el autobús, el tranvía o el metro.
Tras la experiencia de otros viajes, volvemos a recurrir a un free tour para establecer la primera toma de contacto con la ciudad. Lo reservamos a través de la web de CIVITATIS y nos reunimos con el resto de participantes en los alrededores del Castillo. Antes, eso sí, aprovechamos que es temprano para ocupar un buen lugar frente al famoso Reloj Astronómico (en la pared sur del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja) y contemplar el curioso toque de campanas a las horas en punto.
Caminando llegamos al punto de encuentro del tour y durante alrededor de dos horas, nuestra guía nos explica algunos de los hitos históricos que han marcado esta ciudad y, por extensión, la República Checa. Con ella recorremos el entorno del Castillo, el archiconocido Puente de Carlos y las calles circundantes. A pesar de que corre el mes de noviembre, y alguno podría pensar que estamos en temporada baja, las calles empiezan a parecer ríos de gente y cuesta atravesar el puente más famoso de la ciudad. Esta icónica construcción tiene 500 metros de largo y 10 de ancho, y cuenta con 30 estatuas situadas a ambos lados, la mayoría copias, ya que gran parte de las originales se encuentran en el Museo Nacional de Praga.
Como curiosidad, cuentan que la primera estatua que se añadió en 1683 fue la de San Juan Nepomuceno, que fue tirado al río en 1393 por orden de Wenceslao IV y en el siglo XVIII fue santificado. Ahora, los turistas confían en que sus deseos se cumplan si los piden en el lugar desde el que fue arrojado.
Todo el puente está lleno de sorpresas, tanto en forma de estatuas, como de interesantes puestos de artesanos y artistas que demuestran sus dotes a tantos y tantos visitantes que recorren cada día este trayecto.
Después de reponer fuerzas en un local de comida rápida, para no perder mucho tiempo, regresamos al hotel para descansar un poco antes del esperado concierto, un concierto que, sin duda, quedará grabado en nuestra memoria. Espectacular voz la de Sarah Brightman y espectacular puesta en escena en un Polideportivo con poco encanto, que lo disimula con un lleno absoluto.
Con el buen sabor de boca que nos deja el concierto, comenzamos un nuevo y lluvioso día en Praga, y nos disponemos a visitar la Sinagoga y el cementerio judíos, con la mala suerte de que no caemos en la cuenta de que es sábado y estos recintos están cerrados. Por eso, si tenéis esta ciudad entre vuestros próximos destinos, apuntad bien este detalle porque es una lástima perderse esa visita.
Como hay que mirar hacia delante, dirigimos nuestros pasos ahora hacia la estatua-cabeza del escritor checo Franz Kafka. Tiene 42 niveles movibles, que alcanzan una altura de once metros, y fue creada por el artista David Černý. Se encuentra junto al centro comercial Quadrio, sobre la estación de metro Národní Třída.
Seguimos caminando y llegamos hasta la conocida como Casa Danzante o el Edificio de Fred y Ginger. Sin necesidad de echarle mucha imaginación, nos recuerda inmediatamente a una pareja de baile. Se levantó en los años noventa frente al río Moldava y es obra de los arquitectos Vlado Milunić y Frank Gehry.
Aprovechamos también para visitar algunos de los mercadillos navideños que ya están a pleno rendimiento. Sin duda, son una buena opción para encontrar el souvenir perfecto de nuestra visita a Praga. Por cierto, si visitáis la ciudad, os aburriréis de ver puestos donde preparan un rollo dulce llamado Trdelník, que se vende solo o con mil acompañamientos diferentes. En realidad, no es típico de la República Checa, sino tradicional de la Transilvania húngara. Sin embargo, los checos lo han adoptado con tanto cariño que ahora inunda los escaparates de gran parte de las tiendas del centro histórico de la capital checa.
Llega la hora de visitar el Castillo de Praga y nos dirigimos hacia él caminando. Aunque el último tramo es una cuesta bastante pronunciada, lo hacemos así para seguir manteniendo el contacto con la ciudad y continuar disfrutando de los hermosos paisajes que encontramos en el camino.
El Castillo de Praga no responde a la idea que tenemos de este tipo de construcciones. Lo que encontramos en la capital checa es una de las ciudadelas más grandes del mundo, integrada por antiguos palacios, edificaciones eclesiásticas, jardines y pintorescos rincones. El tiempo de la visita dependerá del que cada uno quiera/pueda invertir, ya que las opciones son inabarcables, de ahí que se ofrezcan varios tipos de entrada. Nosotros, por ejemplo, tenemos que optar por una visita express y llevarnos una idea general de los principales edificios, puesto que llegamos cuando falta poco para el cierre y no estaremos más días en la ciudad. No os perdáis, eso sí, la Catedral de San Vito, el Callejón del Oro (con las famosas casitas de colores) y la Basílica de San Jorge.
Los que dispongan de más tiempo pueden disfrutar también del Antiguo Palacio Real y de torres como la Torre Daliborka (que fue la cárcel de la ciudad), la Torre Negra o la Torre de la Pólvora, entre otros lugares.
Recomendamos, si es posible, planificar la visita porque será la mejor forma de aprovechar vuestro tiempo al máximo. En el Portal Oficial de Turismo de Praga encontraréis los circuitos que se ofertan.
Decidimos despedir este día en la Plaza de Wenceslao, una de las plazas más famosas de Praga, que no responde a lo que solemos identificar con una plaza y nos recuerda más bien a una amplia avenida. Es el centro neurálgico de la Ciudad Nueva y, a lo largo de casi un kilómetro de extensión, acoge tiendas, restaurantes, hoteles… y el Museo Nacional de Praga, uno de los más importantes del país.
Y así llegamos al domingo, día en el que nos despedimos de esta hermosa ciudad. Temprano, nos dirigimos andando hasta la Estación Central, donde tomamos el autobús Airport Express que nos llevará hasta el aeropuerto. Toca decir adiós. Una vez más, ha sido un placer.