PROPUESTAS – El mes de octubre está siendo cálido y queremos aprovecharlo. Uno de los días del puente del Pilar decidimos salir al campo y completar unas de las rutas que nos ofrece el rico Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, la ruta del desfiladero del río Ruecas.
Caminar siguiendo el curso del río; visitar la conocida como Cueva Chiquita, donde podemos contemplar pinturas rupestres; almorzar junto al río, o admirar la fuerza con la que cae el agua en la Presa de Cancho del Fresno son algunas de las actividades que podemos hacer para disfrutar al máximo de este entorno.
Como hay que ser justos, comenzaré diciendo que preparamos esta escapada consultando uno de los blogs más recomendables para organizar excursiones por la región extremeña: `Extremadura con peques´. Sin duda, una amplia oferta de rutas contadas con todo lujo de detalles. Gracias a sus indicaciones, llegamos a Cañamero (algo más de una hora de viaje desde Mérida) y dejamos el coche aparcado junto al Hotel Ruiz, a escasos metros del punto del que parte la Ruta de Isabel la Católica.
Como el día acompaña, nos cruzamos con varios grupos de excursionistas a lo largo del camino, imposible perderse. Nada de agobios, eso sí, y más de un recordatorio en el trayecto para que no se nos olvide que debemos llevar la mascarilla puesta.
Tras una pronunciada bajada inicial, seguida de una pequeña subida, seguimos un cómodo sendero, que trascurre paralelo al curso del río Ruecas y a los pies de las montañas. La ruta no presenta complicaciones y se anima a seguirla sin problemas nuestro querido Leo, un cachorrito de solo tres meses, para el que ésta ha sido su primera excursión campestre.
En el camino veremos también las indicaciones que nos muestran el desvío hacia la conocida como Cueva Chiquita o de Álvarez. Tras un pequeño ascenso, llegamos a esta cueva donde podemos contemplar las pinturas rupestres que nos explican en varios paneles informativos. Merece la pena dedicar un tiempo a encontrar la huella de los que habitaron la zona hace tanto tiempo.
La ruta continúa hasta la presa. Después, tenemos la posibilidad de descender al nivel del río y comer en las mesas de madera que encontramos en la zona. Nosotros, que hemos preparado un menú campestre para la ocasión, así hacemos y tenemos que decir que la experiencia es fabulosa, ya que el tiempo sigue acompañando y la tranquilidad es la nota predominante.
Si aún quedan ganas, podemos ampliar la ruta, cruzar el río por un pequeño puente y acercarnos hasta la Presa de Cancho del Fresno por la orilla opuesta a la de nuestra primera marcha. En esta ocasión, el camino no resulta tan accesible y debemos estar atentos para no tener que lamentar torceduras, pero merece la pena contemplar la Cueva Chiquita desde la lejanía y conseguir otra perspectiva del curso del río. Además, si antes nos quedamos solo con la cara de enorme bloque de cemento que supone la presa, esta vez podemos ver la otra cara, la del azul infinito que nos muestra el Embalse de Cancho del Fresno. Imágenes como ésta ilustran el tantas veces difundido mensaje de «Extremadura es agua».