PROPUESTAS – A finales del mes de enero de 2010, visitamos la segunda ciudad más grande de Portugal: Oporto. Su belleza no deja indiferente a nadie, no cabe duda de que tiene un encanto especial. Allí, el Duero se despide de la Península Ibérica y vierte sus aguas al Atlántico. En sus calles, edificios nuevos y antiguos se dan la mano y abren sus puertas a los numerosos turistas que quieren disfrutar de su magia y respirar el aroma a vino y agua salada que desprende.
Nos alojamos en el Porto Trindade Hotel (por un precio de 65 euros/noche con desayuno incluido, oferta que encontramos en booking.com), un hotel céntrico, nuevo y con una decoración muy cuidada. Justo en frente, se encuentra la parada de metro más importante de toda la red de Oporto, ya que desde allí se pueden tomar todas las líneas y en cualquier dirección.
Oporto no es una ciudad excesivamente grande, por lo que gran parte del recorrido turístico se puede hacer tranquilamente andando. Tomar o no el transporte público dependerá del tiempo del que dispongamos y de las ganas que tengamos de caminar. Estos factores serán también determinantes a la hora de comprar la Porto Card, una tarjeta que nos ofrece descuentos en museos, monumentos, transportes y otros servicios turísticos, tantas veces como queramos en un periodo de tiempo limitado.
En nuestro caso, sólo disponemos de un fin de semana para llevar a cabo este primer acercamiento a la ciudad (porque Oporto bien merece que repitamos la visita), así que decidimos centrarnos en los edificios más representativos.
El ayuntamiento de la ciudad preside la Avenida de los Aliados. Bajando por esta vía, llegamos a la Plaza de la Libertad, donde se encuentra la estatua de Don Pedro IV.
Cerca de allí, podemos visitar la Iglesia de Los Clérigos y su famosa Torre. Con tranquilidad, es fácil subir a pie (no hay otra opción) los escalones que nos llevan a lo más alto y nos ofrecen unas inmejorables vistas de la ciudad.
A pocos metros de la Torre de Los Clerigos, está la librería Lello, donde no sólo podremos comprar libros, sino también admirar una joya de la arquitectura y la carpintería modernista. Sus empleados están ya acostumbrados a la visita de los numerosos curiosos que no dudan en fotografiarse junto a la impresionante escalera que se convierte en la figura central del local.
También podemos visitar las Iglesias de Los Carmelitas y la del Carmo, sin olvidar la de San Ildefonso. Allí veremos verdaderas obras de arte compuestas con azulejos, algo que también encontraremos en la Estación de San Bento.
En una de las zonas más altas de la ciudad, se encuentra la Catedral (en portugués, Sé).
La Estatua del Infante Henrique es la protagonista de la Plaza que lleva su nombre y que se encuentra rodeada de edificios tan conocidos como el Palacio de la Bolsa, el Mercado de Ferreira Borges o El Instituto de los Vinos del Duero y Oporto.
Pero no todos son edificios antiguos, Oporto también nos ofrece interesantes ejemplos de arquitectura moderna como la Casa de la Música.
La ciudad de Oporto nos acerca a lo largo de una continua cuesta hacia el río Duero. Para sentirnos parte de él y contemplar algunas de las mejores vistas de la ciudad y sus puentes, nada mejor que tomar uno de los barcos que recorre el río en su desembocadura. Algunos de estos barcos hacen descuentos a los viajeros que poseen la Porto Card, pero sin ella, su precio ronda los 10 euros.
Los puentes de esta ciudad merecen un comentario aparte. Uno de ellos, el de Luis I, se ha convertido en símbolo de la ciudad y elemento destacado en las fotos de los visitantes. Se construyó sobre los restos del Puente Pênsil y se inauguró en 1886, obra del ingeniero belga Théodophile Seyring discípulo del famoso Gustave Eiffel.
Otros cuatro puentes unen Oporto con la localidad de Vilanova de Gaia: el de María Pia (de Eiffel), el puente de San Joaõ, el puente de Arrábida y el de Freixo.
No podemos marcharnos de Oporto sin tomar el tranvía. A veces, sobre todo en las cuestas pronunciadas, cuesta pensar que estos viejos aparatos logren llegar a su destino, pero, como en muchas situaciones de la vida, es cuestión de fe, porque al final siempre consiguen su objetivo.
Has conseguido que me entren unas ganas locas de visitar Oporto… Decidido, próximo destino!
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