A las ocho de la mañana, Branko nos está esperando en una de las puertas de la parte antigua de Dubrovnik, la Puerta Ploce, tal y como acordamos la tarde anterior. Subimos al coche y nuestro guía, tan atento como durante el viaje a Mostar, añade una parada más a la excursión a Montenegro para permitirnos contemplar las mejores vistas de Dubrovnik. Así, hacemos una primera parada para fotografiar la típica imagen que solemos encontrar en las guías de la ciudad croata…
…y después, nos lleva por una carretera que debemos compartir con más de un animalito hasta la máxima altura que alcanza el teleférico. Desde allí, se aprecia con precisión la ordenada división de sus calles y plazas.
Retomamos nuestro viaje hacia Montenegro. Otra vez llegan las aduanas, la entrega de pasaportes y un nuevo sello para la colección. Branko no se fía de la Policía montenegrina, dice que es una práctica frecuente que paren a conductores con el objetivo de obtener dinero para llenar sus propios bolsillos. Por eso, no podemos evitar que al verlos se apodere de nosotras un cierto nerviosismo.
La carretera que seguimos bordea la costa. Y recorriéndola, está claro que el nombre de este país no se puso al azar, ya que las altas montañas nos acompañan durante todo el recorrido. Es una zona propensa a los movimientos de tierra y, de hecho, en 1979, un fuerte terremoto provocó grandes daños.
Visitamos un pequeño pueblo llamado Kotor. Entre las murallas, el casco histórico acoge a numerosos turistas. Y sobre esta parte antigua, en la falda de la montaña, se encuentran los restos de la ciudad que precedió a la que ahora vemos.
La siguiente parada la hacemos junto a la isla de San Esteban. Esta curiosa isla acoge varias casitas que componen un impresionante complejo hotelero regentado por una cadena de Singapur.
En Montenegro, nos encontramos con uno de los pocos hoteles de seis estrellas que hay en el mundo. Es frecuente, además, ver edificios en construcción, algo que llama la atención si tenemos en cuenta que el nivel económico de la población no destaca por su buen estado de forma. Nuestra duda nos la resuelve Branko, quien nos aclara que la mayoría de las inversiones en el país proceden de la mafia rusa. La costa de Montenegro, nos cuenta, se ha convertido en destino habitual de los rusos y prueba de ello son las diversas agencias inmobiliarias que utilizan el ruso para anunciar en sus carteles las ofertas disponibles.
La siguiente parada la hacemos en Budva. Después de recorrer la parte antigua, buscamos un restaurante para comer. Ésta vez toca pizza que, aunque no es una comida típica de la zona, se consume de forma habitual. Nuestra duda sobre si dejar o no propina nos la resuelve Branko en poco tiempo: “en Croacia haced lo que queráis, pero en Montenegro, no se deja propina”. Ésa es la traducción de lo que nuestro compañero de viaje nos dice sin dudar cuando nos invita a levantarnos de la pizzería. Es inevitable que el rencor se manifieste de una u otra forma en aquellos que vivieron una guerra tan próxima en el tiempo como la que sufrió Dubrovnik, ya que entre 1991 y 1995, la ciudad croata tuvo que hacer frente a los ataques lanzados por Serbia y Montenegro (cuando ambos conformaban un único país). Aún así la cordialidad es la nota predominante.
Si viajamos a este pequeño país, conviene saber que la moneda que se usa es el euro, algo que también nos llama la atención si tenemos en cuenta que ninguno de los países vecinos la utiliza de forma frecuente, aunque en algunos casos se acepta.
La vuelta a Dubrovnik es mucho más rápida. Esta vez tomamos un ferry que nos evita tener que bordear toda la costa. Para no variar, antes de las cinco llega la noche cerrada. Volvemos a la Puerta Ploce y llega el momento de despedirse de Branko. Han sido solo dos días, pero dos días en los que apenas nos hemos separado, así que ya toca pasar del frío apretón de manos a los dos besos. Tiene muchas ganas de trabajar y también mucha necesidad, por eso, nos pide que si conocemos a alguien que vaya a viajar a la zona, le ofrezcamos su contacto. Y eso haremos porque, en estos casos, es tan fácil recomendar a alguien…