PROPUESTAS – Estamos en enero, pero decidimos dejar los abrigos en la Península y cambiar de aires en Lanzarote. Solo estamos allí cuatro días, pero lo justo para conocer los lugares más emblemáticos y disfrutar de las maravillas que nos ofrece esta isla. Es una opinión personal, pero a la hora de describirla, no diría que «bonita» es el adjetivo que se merece, de hecho, en conjunto, es una isla que a veces puede resultar monótona por su paisaje seco, marrón, en el que apenas aparece el verde, más allá de para decorar las puertas y los marcos de las ventanas de la mayoría de los pueblecitos blancos que aparecen dispersos por toda la isla. Sin embargo, su originalidad y su riqueza natural bien merecen una visita (o más de una si tenemos la oportunidad).
Llegamos a Lanzarote en un avión de Ryanair, con salida desde Madrid, un vuelo que compramos con un mes de antelación y que nos cuesta algo más de 90 euros i/v (en ese precio está incluida la facturación de una maleta que, como ya sabemos, en esta compañía se abona aparte).
Para recorrer la isla de punta a punta, apenas hace falta una hora, eso si tenemos en cuenta, claro, que la velocidad media permitida es 90 km/h, lo que es una muestra clara de las pequeñas dimensiones de Lanzarote. Por eso, lo mejor para conocerla a fondo y a nuestro ritmo es alquilar un coche. Nosotros así lo hacemos y, a la vista de las colas que se forman en las empresas de alquiler del aeropuerto, no somo nada originales. Recogemos nuestro Seat Ibiza (amarillo) en la empresa GOLDCAR (elegimos ésta porque es la que nos proponen en la página web de Booking al hacer la reserva del hotel y nos hacen una buena oferta, sin embargo, no especifican que al recoger el coche debemos abonar aparte el seguro del vehículo, y el precio se eleva bastante).
Ya en nuestro coche, nos dirigimos al hotel que hemos reservado a través de Booking: el Iberostar Papagayo, un hotel de cuatro estrellas que conseguimos a un precio muy asequible, que se encuentra en el Sur de la isla, en el pueblo que se conoce como Playa Blanca, aunque sería más exacto decir que se encuentra a las afueras, más cerca de las famosas Playas Papagayo.
En Lanzarote, hay varios lugares que reclaman nuestra atención:
– Las playas Papagayo: son unas playas a las que podemos acceder en coche (por una carretera sin asfaltar y tras el abono de 5 euros por coche) o andando, de forma gratuita. Merece la pena hacer la caminata desde la parte alta para contemplar las playas desde arriba y tener una visión mucho más general.
– El Parque Nacional de Timanfaya: para acceder a la zona preparada para la visita tenemos que comprar una entrada que cuesta 8 euros. Podemos seguir con nuestro vehículo hasta el Restaurante «El Diablo» (donde se cocina aprovechando el calor de la zona), construido por César Manrique, ubicado junto al lugar donde realizan las demostraciones geotérmicas (nos permiten comprobar la alta temperatura de la tierra, lo espectacular de los Géiser…). En esta zona, tomamos también un autobús (incluido en el precio de la entrada) desde el que nos muestran las formaciones más llamativas del terreno y nos explican sus orígenes.
Otra forma de conocer el Parque es subir a un camello y dar un lento paseo por la zona. Se recomienda muuucha paciencia.
– La Cueva de los Verdes: como en la mayor parte de los centros turísticos de Lanzarote, la entrada cuesta 8 euros. Un guía nos acompaña por el interior de esta cueva, seca, sin estalactitas ni estalagmitas, pero que esconde grandes sorpresas en su interior.
– Los Jameos del Agua: la entrada de día cuesta 8 euros y la nocturna 9. Aquí César Manrique también ha hecho de las suyas… Bajo la roca volcánica podemos ver un lago en el que habitan cangrejitos blancos.
– El Mirador del Río: la entrada cuesta 4,50 euros. Desde aquí tenemos las mejores vistas de la Isla de La Graciosa (en Órzola se puede tomar un barco para ir hasta la pequeña isla por unos 20 euros).
– El Jardín de Cactus: obra también de César Manrique. Para acceder, tenemos que pagar una entrada de 5 euros. Allí podemos contemplar cactus de cualquier parte del mundo y de las formas menos pensadas.
– Los Hervideros, el Golfo y el Lago verde: son zonas que se pueden visitar de forma gratuita y, desde mi punto de vista, de lo más bonito que encontramos en la Isla, naturaleza en estado puro. Los primeros se llaman así porque da la impresión de que el agua hierve cuando golpea con fuerza contra las rocas, unas rocas entre las que se han colocado pequeños «balcones» desde los que se tienen las mejores vistas.
– La Fundación César Manrique: la antigua casa de este artista de Lanzarote merece, sin duda, una visita. Es original como pocas y en ella destacan sobre todo las salas para reuniones con amigos, que Manrique construyó en burbujas volcánicas que se formaron bajo tierra.
– El Monumento al Peregrino: también creación de César Manrique.
Y terminamos recomendando un restaurante: «El Charcón», en el pueblo de Arrieta. Su comida (principalmente, pescado) y la atención del dueño son inmejorables, y todo ello por un precio muy asequible.