Ruta del Cares (Asturias)

PROPUESTAS – La Ruta del Cares es una senda creada por el hombre a principios del siglo XX cuyo principal objetivo fue el aprovechamiento hidroeléctrico del agua del Río Cares. Este camino que se prolonga a lo largo de 12 km une las localidades de Caín, en León, y Poncebos, en Asturias; dos pueblos a los que separan por carretera más de 100 km.

Recorremos esta Ruta en verano, a mediados del mes de agosto y, por tanto, prevemos que serán muchos los que nos acompañarán en el trayecto. Sin embargo, poco a poco, a medida que avanzamos, la senda se vacía de gente y nuestra relación con la naturaleza cada vez es más estrecha. Es complicado explicar esa sensación de quedarse con la boca abierta cada dos pasos, pero se comprenderá mejor después de ver este resumen que hemos preparado en el siguiente vídeo:

A los que aún no han recorrido esta Ruta, pero piensan hacerlo en un futuro les vendrá bien saber que hay autobuses que facilitan la planificación del recorrido. En nuestro caso, tomamos un autobús de la compañía ALSA (en realidad, se trata de microbuses) desde Cangas de Onís (salida: 10.00h.) que nos lleva hasta Caín (llegada: 12.00h. aprox.). La compañía ha preparado este recorrido especialmente para aquellos que quieren realizar la Ruta del Cares y, por tanto, tiene también la vuelta programada. Así, tenemos dos opciones: tomar de nuevo el autobús que nos llevará desde Caín a Cangas de Onís a las 16.00h. (si no hemos hecho la Ruta completa), o volver desde Poncebos a las 19.15h. (si la completamos). En el primer caso (Cangas de Onís-Caín-Cangas de Onís), el precio del billete de ida y vuelta es de 13 euros, y en el segundo (Cangas de Onís-Caín-Poncebos-Cangas de Onís), 10,70 euros.

Por último, conviene saber que se trata de un camino apto para casi todos los públicos, no tiene demasiadas cuestas, pero hay que tener en cuenta que varía en función de si comenzamos por Caín o por Poncebos. Si lo hacemos por Caín, como fue nuestro caso, diremos que la Ruta se complica en el último tramo, cuando nos encontramos con una subida (que se hace aún más dura bajo el sol de agosto) a la que sigue una bajada que más que por su inclinación, resulta bastante molesta por la gran cantidad de pequeñas piedras que nos encontramos en el suelo, algo que lo hace muy inestable y nos obliga a tener los ojos bien abiertos para no resbalar.

El tiempo que invertiremos en nuestro recorrido dependerá de nuestras fuerzas, del tiempo, de las ganas que tengamos de pararnos a hacer fotografías… Conviene, eso sí, ir bien cargados con botellas de agua y comida porque el camino, aunque hermoso, es largo. A pesar de eso, encontraremos más de un punto donde refrescarnos y disfrutar de la sombra, como en las cuevas excavadas en la montaña; y no nos debe extrañar si al sacar nuestros bocadillos, descubrimos que somos más en el grupo porque puede que aparezcan nuevos amigos, unos amigos que se desenvuelven de maravilla en estos parajes y que están más que acostumbrados a nuestra presencia: las cabras.