VIAJES AL DETALLE – Nuestro viaje a Marruecos comienza el domingo, 16 de junio de 2013. Tomamos un vuelo en Madrid con destino Tánger y en poco más de una hora aterrizamos. El aeropuerto que nos recibe es pequeño, bajamos directamente a la pista de aterrizaje y, en apenas unos minutos, pasamos el control de pasaportes y recogemos nuestra maleta. Tras un nuevo control de seguridad, nos espera el que será nuestro guía en estas tierras durante la semana que dura el circuito que hemos elegido. Él, vestido al más puro estilo tuareg con turbante y chilaba hasta los pies, se encarga de meternos de lleno en su cultura. La educación de los hijos, el papel de las mujeres, el trato a los mayores… para todo entienden que hay unas normas que es mejor cumplir para conseguir vivir en paz con uno mismo y con los que te rodean.
En Tánger tomamos un autobús que nos lleva hasta Fez, ciudad situada a unos 300 km de distancia. En Fez, subimos a la parte más alta para tomar una panorámica y apreciar su gran magnitud. No hay edificios de gran altura y, entre las fachadas, abundan los tonos beiges.
Nos acercamos a las zonas más turísticas de la ciudad. Parada obligada en el Palacio Real, que nos recibe con sus majestuosas puertas doradas y sus azulejos en llamativos tonos verdes y azulados. La imagen que nos llevamos de esta visita contrasta totalmente con la que nos deja la visita a la Medina de Fez, donde encontramos calles angostas y mucha suciedad. Entrar en la Medina es entrar en un laberinto en el que mejor ir acompañados de un guía o, en su defecto, de un buen plano, si queremos volver a encontrar la salida.
En nuestro recorrido, dejamos a ambos lados todo tipo de tiendas: de ropa, de especias, pastelerías, zapaterías… Se recomienda, eso sí, recorrer la Medina con el estómago bien asentado, ya que, en ocasiones, los olores pueden llegar a ser demasiado intensos e incluso desagradables. Y no solo los olores…también las imágenes: ver a los gatos campar a sus anchas entre la carne cruda que tienen a la venta y las moscas que los acompañan nos invita a hacernos una idea del estómago a prueba de bomba de los lugareños. De hecho, nuestro guía ya nos pidió que no dejemos que un puñado de «dirham» (la moneda marroquí) nos amargue un hermoso viaje, o lo que es lo mismo, evitemos poner a prueba nuestro estómago y seamos cautos a la hora de elegir el sitio donde vamos a comer.
En nuestra visita a la Medina, sentimos constantemente en nuestro cuello el aliento de los vendedores que nos persiguen para intentar que les compremos todo tipo de souvenirs. Allí visitamos varias cooperativas de artesanos. La más llamativa, sin duda, la de los curtidores. Puede que en esta cooperativa se llegue a percibir el olor más desagradable al que nos tengamos que enfrentar en nuestra vida ¿exagerado? Para que se hagan una idea: al entrar en el edificio, los trabajadores entregan a los visitantes varias ramitas de hierba buena para que las coloquemos estratégicamente bajo la nariz e intentemos camuflar el desagradable olor que llega de las pozas donde tintan el cuero. En la cooperativa nos recuerdan por activa y por pasiva que todos los tintes que utilizan son totalmente naturales y para que se conserve el color, usan un producto también natural: el excremento de paloma, algo que en grandes cantidades produce un olor capaz de alterar al más resistente.
Desde el tercer piso del edificio que alberga la cooperativa se puede ver el admirable trabajo de los que se encargan de dar color a las pieles. Con parte de su cuerpo hundida en las tinajas del tinte conviven con este insoportable olor y hacen que te preguntes cómo puede el ser humano soportar ese tipo de condiciones.