Este tercer día en tierras italianas dedicimos pasarlo en Lecce, la «ciudad de piedra», que se encuentra a menos de media hora en tren de nuestro «campamento base». Una vez más, compramos nuestros billetes en las máquinas que Trenitalia tiene instaladas en la Estación y, en este caso, pagamos 2´80 euros por cada billete.
Mientras esperamos a que llegue el tren, en el andén, vivimos una de las situaciones más curiosas de este viaje. Una pareja de policías nos pide la documentación porque dicen estar haciendo un control rutinario. Entre las diferentes preguntas que nos formulan, creo que nunca olvidaremos la que acompaña al gesto de curiosidad-alarma que ponen cuando les explicamos que, en efecto, somos tres mujeres viajando solas. Es entonces cuando nos preguntan en español: «¿ningún macho?». Pasan los años, pero hay mentes que se quedan estancadas…
Llegamos a la Estación de Lecce y, otro día más, alcanzamos caminando el centro histórico. Si el día anterior el protagonista era el color blanco, este día es el ocre de la piedra. Lecce nos invita a pasear por sus calles, con precaución para no chocar con alguno de los muchos ciclistas que hay. Y así, llegamos a la Plaza del Duomo. Allí, majestuosa, nos recibe, entre otros edificios, la Catedral.
En una de las calles principales, decidimos hacer una parada para comer. Ese almuerzo en Lecce fue quizá uno de los mejores que hemos disfrutado estos días en Italia. Quien escribe estas líneas pidió unos Orecchiette a la Leccese, típicos, como su nombre indica, de la zona, en los que sobresalen el queso y el tomate. Un plato consistente que, sin duda, costará olvidar.
En Lecce también visitamos el Anfiteatro Romano, curioso sobre todo porque se encuentra en pleno centro de la ciudad, junto a la Plaza San Oronzo. No hace falta, por tanto, pagar una entrada para verlo en todo su esplendor y podemos hacer tantas fotografías como queramos.
El calor aprieta ese día en Lecce y optamos por tomar un café con hielo para recuperar la energía en las críticas horas posteriores a la comida. Como dirían los italianos: «¡attenzione!» si deciden tomar un café con hielo al estilo leccese porque no es el café solo que estamos acostumbrados a tomar en España. En este caso, el café está mezclado con un licor de almendra que lo endulza, para algunos, en exceso.
Y después de callejear y visitar algunas iglesias, emprendemos el viaje de regreso. El tren, como suele ser habitual, comienza su recorrido a la hora establecida y, en media hora, estamos de vuelta en Brindisi.
Es una ciudad muy, muy curiosa. Pasé allí un par de meses hace años y lo que más me llamó la atención fue, sin lugar a dudas, su ritmo de vida.
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