Dejamos nuestro bonito hotel en Eijfjord y partimos en busca de nuevas aventuras. La primera parada de este día la hacemos en Voss, un pueblo con mucho encanto. Lo primero que nos llama la atención en él es su gran lago, donde el agua refleja las majestuosas montañas que lo envuelven. Esa enorme balsa de agua se convierte en un improvisado espejo que no escapa a nuestras cámaras.
Voss acoge además otras maravillas, entre ellas, la Iglesia Vangskyrkja, una iglesia que, como suele ocurrir en esta zona, está rodeada de tumbas de vecinos del pueblo. Son enterramientos que se hacen todos bajo tierra, perfectamente alineados y algunos de ellos, por lo que comprobamos, bastante recientes.
En esta pequeña localidad, se toma un tren que nos va a permitir conectar con el famoso Tren de Flam (se pronuncia Flom, ya que esa «a» debería escribirse con un pequeño círculo encima). Este tren es una de las atracciones más famosas de la zona porque permite recorrer un trayecto que no se realiza en otro medio de transporte. Es un ferrocarril antiguo, que nos ofrece la oportunidad de disfrutar de la naturaleza de cerca y en el que tendremos que mover el cuello como si estuviéramos presenciando un partido de tenis si no queremos perdernos ningún detalle. Y es que las imágenes de postal que salen a nuestro encuentro van cambiando de ventanilla. Además, hace una parada intermedia en la que durante unos minutos podemos bajar del tren y fotografíar una espectacular cascada que se presenta también al visitante con sorpresa. Pero no seremos nosotros los que la desvelemos y dejaremos que sean los futuros viajeros los que la descubran.
Una vez en Flam, cargamos las pilas con la comida y subimos al barco que nos va a llevar de crucero durante dos horas por el Fiordo de los Sueños. De él dicen que es el más estrecho del mundo y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Al final del recorrido, volvemos de nuevo a nuestro autobús para seguir disfrutando de unas vistas tan espectaculares o más que que las que hemos disfrutado desde el Tren. Y es que entre los que subieron, hay opiniones para todos los gustos: los hay que lo consideran una experiencia única y otros que no creen que aporte muchas novedades a lo visto hasta el momento. En este caso, como se suele decir, «para gustos están los colores» y que cada uno saque sus propias conclusiones.
Una vez que el autobús se pone en marcha, comenzamos poco a poco a tomar altura. Subimos y subimos a través de las carreteras que recorren las montañas, y cada vez vemos más zonas con nieve a nuestro alrededor. Por otro lado, no podemos dejar de mencionar un elemento que encontramos en numerosas construcciones que divisamos a lo largo de nuestro camino: el césped que se planta en los tejados de las casas con el objetivo es aislar mejor la vivienda. El método nos resulta llamativo y cuanto menos simpático.
Continuamos nuestro camino y nos dirigimos esta vez hacia Vik, una bonita localidad en el fiordo de Sogn, que acoge una de las Iglesias de madera más bonitas que veremos en este viaje: la Iglesia de Hopperstad, también rodeada de tumbas.
Las Iglesias que visitaremos durante estos días son tan diferentes a las que estamos acostumbrados a ver en España que enseguida se ganan nuestra admiración. Construcciones de madera, en las que no falta detalle, y que nos hacen plantearnos una y otra vez cómo pueden mantenerse con tanta vitalidad después de siglos y siglos en pie.
Este día acaba una vez más en otro lugar de ensueño: un espectacular hotel con mucha historia situado también a orillas de un fiordo, en Leikanger. Nuestro alojamiento tiene dos partes claramente diferenciadas: una de ellas de reciente construcción, donde se encuentran las habitaciones; y otra con impresionantes salones, cuya decoración nos permite retroceder en el tiempo varios siglos. En esta última encontraremos la zona del buffet y otra sala donde en ocasiones se puede escuchar música en directo.