Bolonia, Verona y Rávena. Parte I

Basílica de San PetronioCada cierto tiempo, Italia nos llama y nosotros, obedientes, atendemos esa llamada. Esta vez elegimos el Noreste del país y sentamos nuestro «campamento base» en Bolonia. Hasta allí volamos con Ryanair. El Aeropuerto de la ciudad, bautizado como Guglielmo Marconi, está a pocos kilómetros del centro. Para llegar, podemos tomar un autobús (el Aerobús), que tiene un precio de 6 euros por trayecto (el billete se puede comprar en el propio autobús). Si viajan varias personas, conviene plantearse la posibilidad de tomar un taxi, ya que, dependiendo del tráfico y la distancia a la que se encuentre nuestro hotel, podría salirnos por el mismo precio y, de paso, hacernos más agradable el recorrido.

Fuente de NeptunoEl día de nuestra llegada hacemos el trayecto desde el Aeropuerto hasta la Estación de Tren Bologna Centrale en el Aerobús (se tarda aproximadamente media hora en llegar y es la última parada). Desde allí, solo unos metros nos separan del hotel que hemos reservado a través de la web de Booking: el Hotel Atlantic, un tres estrellas con una ubicación inmejorable (en una calle paralela a Via Independenza, una de las principales de la ciudad), limpio, con amplias habitaciones y con un personal muy atento.

Palazzo ComunaleTras un breve descanso, nos proponemos mantener el primer contacto con la ciudad. Al ser domingo, las vías más importantes están cerradas al tráfico de vehículos y el paseo es muy agradable. A través de Via Independenza, llegamos a Piazza Maggiore, vemos la Fuente de Neptuno y contemplamos la belleza de la sencilla fachada de la Basílica de San Petronio. También en la Plaza principal se encuentra el Palazzo Comunale o d´Accursio.

Seguimos pateando la ciudad y al final de la Via Francesco Rizzoli, nos topamos con las dos famosas torres de Bolonia: Garisenda y degli Asinelli. Es curioso comprobar cómo la primera de ellas imita a su «prima» la Torre de Pisa y su inclinación comienza a ser bastante preocupante.

Y sin darnos cuenta va pasando el tiempo y llega la hora de la cena. Ese día nos decantamos por la «Osteria del Podesta», en Via degli Orefici, y en concreto por su terracita instalada a pocos metros de la Piazza Maggiore. La rica pasta italiana presentada de varias formas, acompañada por salsa boloñesa o ragú, llena ese agujerito que teníamos en el Torres nocheestómago y nos da fuerzas para continuar descubriendo esta ciudad, ahora acompañados por una enorme luna llena que parece observarnos tras las dos torres.

Para terminar el día, qué plan mejor que tomar un rico helado italiano. Los hay de mil sabores. Cualquiera encontrará su favorito en una de las mil heladerías que hay repartidas por toda Bolonia.

Hay música en la calle y mucho ambiente, a pesar de ser domingo por la noche, pero ya va siendo hora de descansar y recuperar fuerzas. Un nuevo día cargado de visitas nos espera y toca volver a nuestro hotel.