Sábado soleado de mediados del mes de abril. El día invita a tomar el coche y conducir en busca de tesoros que descubrir. Hoy toca un monumento que quizás sea uno de los grandes desconocidos de Extremadura. Mucho se habla de algunos cascos históricos, de huellas templarias, o de impresionantes Teatros Romanos, pero poco se sabe de que a tan solo una hora y media de la capital de esta región se encuentra el Templo de los Mármoles de Ausgustobriga.
Para llegar a nuestro destino en coche, solo tenemos que dirigirnos por la A-5 (Autovía de Extremadura) hasta la localidad cacereña de Navalmoral de la Mata. Después, abandonar la Autovía en la salida hacia la carretera EX-118 y seguir en dirección a Guadalupe y Peraleda de la Mata. Tras dejar atrás esta última, tenemos que atravesar un puente sobre el río Tajo, en el embalse de Valdecañas, y justo a la izquierda, encontraremos estas ruinas romanas.
La belleza de la zona bien merece que le dediquemos nuestro tiempo y si, además, tenemos la suerte de que el tiempo acompaña, podemos disfrutar de un relajado paseo o simplemente sentarnos junto al embalse y disfrutar de la calma que transmite este entorno.
Pero volviendo a los restos de Augustobriga que nos trajeron hasta aquí, tenemos que decir que no siempre estuvieron en ese mismo lugar. A través de paneles explicativos, nos cuentan que en 1963 el pueblo de Talavera la Vieja, donde se encontraban, fue derruido e inundado por las aguas del pantano de Valdecañas. La mayoría de sus habitantes tuvieron que marcharse al pueblo de colonización de Rosalejo, o cambiaron su residencia y se trasladaron a otras localidades de la comarca.
Los restos del Foro de Augustobriga se salvaron de ser sepultados por el agua y se llevaron a la zona donde ahora podemos contemplarlos. En sus orígenes, el Foro tenía planta rectangular. Comprendía una serie de templos, pero hoy en día solo podemos disfrutar de lo que queda en pie del Templo de los Mármoles y el Templo de la Cilla.
Sin duda, el papel protagonista lo tiene el primero de ellos. Los que hayan visitado Mérida, lo asociarán inmediatamente con el Templo de Diana. Sus cuatro columnas frontales, de orden corintio, nos obligan a levantar la vista y admirar el arco que preside el monumento.
Y a tan solo unos metros, encontramos lo que queda del Templo de la Cilla (solo tres columnas), modesto recuerdo de una época gloriosa, pero aún así, merece la pena detenerse en él, aunque solo sea para contemplar la hermosa estampa que dibuja en este entorno.
Ambos, el Templo de los Mármoles y el Templo de la Cilla fueron declarados Monumentos Histórico-Artísticos en 1931.
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