Japón. Parte III

toyota-ninoDejamos nuestro «campamento base» en Kioto y nos dirigimos hacia Nagoya, pero antes, paramos en el Museo Toyota, que se encuentra en Nagakute, en la prefectura de Aichi. Si los que no nos consideramos forofos de las cuatro ruedas, como es el caso de quien escribe, hubiéramos tenido que diseñar la ruta, seguramente habríamos prescindido de esta visita. Sin embargo, después de haberla realizado, no tenemos más remedio que recomendarla, ya que es un ejemplo claro de Museo «para todos los públicos», y de cómo se puede enseñar de una forma amena y participativa.

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En el Museo Toyota, descubrimos cómo la empresa comenzó su andadura trabajando en el sector textil, y cómo han evolucionado las máquinas que confeccionaban los tejidos. Junto a cada una de ellas, una joven espera paciente con una enorme sonrisa a que se acerquen los visitantes para explicar en inglés, con todo lujo de detalles, cómo funciona y, en algunos casos, regalarnos una muestra de los productos que elaboran.

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El alma de esta empresa, el principal impulsor, fue Kiichiro Toyoda, nacido en el año 1894. De él cuentan que aplicó a rajatabla el lema japonés: «aprende de los mejores y supéralos». Al parecer, su empresa tiene el nombre que tiene, y no respeta totalmente su apellido, por la asociación que se hace de la palabra Toyota con el número ocho, el de la buena suerte en culturas orientales. Esto se debe a que son en concreto ocho el número de trazos que se necesitan para escribir Toyota en japonés.

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Al abandonar la parte dedicada a los telares y dirigirnos hacia la zona de automoción, nos cruzamos con algunos de los objetos más fotografiados por los visitantes: los robots. Habituados a verlos en los reportajes de televisión, que presentan los avances tecnológicos que se exponen en las principales ferias de todo el mundo, nos parece mentira tenerlos ante nosotros.

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El Museo, en su conjunto, es una obra de arte, ya que en él se conjugan todas las técnicas expositivas posibles. Por tanto, encontraremos desde los propios vehículos originales, hasta relieves, cómics o juegos para que los niños monten sus coches por piezas. El toyota-lupevisitante va caminando, siguiendo el recorrido propuesto y, paso a paso, va descubriendo cada una de las etapas de la extensa historia de esta empresa. Así, con la boca abierta, llegamos a la nave donde se encuentran las otras joyas de la corona: los coches más representativos de Toyota.

Aquí también, las empleadas uniformadas se acercan amablemente a nosotros en cuanto ven que nos aproximamos para informarnos del origen, las características y todo lo que queramos saber sobre estos vehículos que parecen sacados de una película.

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Antes de abandonar el Museo, descubrimos la parte dedicada a los que podríamos llamar «jóvenes talentos». En la práctica, son varias mesas donde los más pequeños de la casa pueden dedicarse a montar sus propios coches con las piezas que recogen de un mostrador. Lo reiteramos: un Museo pensado para toda la familia.

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Retomamos el camino y la siguiente parada la hacemos en el Castillo de Nagoya, ejemplo de la arquitectura de los primeros castillos de la Edad Moderna (siglo XV). Fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde, reconstruido en su forma original, en concreto, en 1959.

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El interior de la torre es ahora un museo donde se pueden contemplar los tesoros que se salvaron del incendio durante la guerra. Y desde el piso más alto, podremos tomar las mejores panorámicas de la ciudad, siempre, claro está, que nos lo permita la gran acumulación de visitantes que suele saturar esta planta.

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Pero antes de subir a la planta más alta, tenemos tiempo de fijarnos en la decoración que, con sus tonos dorados, ilumina los interiores. Tigres, cerezos, pavos reales… todos tienen un lugar asignado en estas paredes.

Nagoya es la cuarta ciudad del país nipón y la capital de la Prefectura de Aichi. Se encuentra en el corazón del Japón central y es una de las principales zonas económicas e industriales. En esta ciudad, de más de dos millones de habitantes, cargamos las pilas con una buena comida buffet, que nos permite probar algunos de los productos típicos de la zona. Después, toca volver a subir al autobús para completar nuestro viaje hasta Takayama, conocida como «la pequeña Kioto», al pie de los Alpes Japoneses, localidad que nos acogerá durante la siguiente noche.