PROPUESTAS – Terminan las clases y para que desconecten del curso, decidimos llevar a nuestros sobrinos al sur de Aragón. Es la primera vez para los pequeños, pero no así para los mayores que, a la hora de elegir destino, nos dejamos llevar por una tierra que admiramos y queremos que conozcan, aunque nos pille lejos de casa.
Alrededor de cinco horas y media (viajando en coche) separan nuestro punto de partida (Mérida, Extremadura) del que será nuestro primer destino en tierras aragonesas: el Parque Natural del Monasterio de Piedra, en la localidad de Nuévalos, en la provincia de Zaragoza. Decidimos hacer el primer tramo en dos partes y tras tres horas en marcha, pasamos la noche en Madrid y retomamos el viaje a primera hora de la mañana siguiente.
Menos de dos horas y media después dejamos el coche en los aparcamientos gratuitos habilitados en el entorno del Parque Natural. Todo está perfectamente indicado, por lo que, tras subir una pequeña cuesta y recorrer una senda, llegaremos a la entrada principal del Parque. A un lado, se encuentran las taquillas donde se pueden comprar las entradas para acceder al recinto, pero siempre que sea posible, recomendamos adquirirlas por internet, a través de la página web del Parque, para conseguirlas más baratas. Si la entrada de adultos para visitar el Parque y el Monasterio cuesta 16 € en taquilla, podemos conseguirlas a 14,40 € en internet (las de los niños y mayores de 65 años se pueden comprar por 9,90 €). No es un ofertón, pero el descuento se nota cuando adquirimos más de una.
Nosotros no lo hacemos, pero nos cuentan que se puede entrar y salir del Parque durante el día de nuestra visita, si nos dirigimos a la puerta principal y pedimos al vigilante que nos ponga el sello correspondiente. Es algo que conviene tener en cuenta, ya que los restaurantes (donde se puede pedir tanto un menú completo, como bocadillos o platos combinados) se encuentran fuera de los límites del Parque.
Una vez dentro, podemos disfrutar de las exhibiciones de vuelo de las aves rapaces en la zona dedicada a ello. Hay varios horarios para ver este bonito y cuidado espectáculo con el objetivo de que el visitante se pueda organizar y elegir el que más se ajuste a su recorrido.
Nosotros, mapa en mano, decidimos seguir la ruta más larga que nos proponen. También es posible orientarse con las flechas que iremos encontrando a lo largo del camino. Si en algún momento queréis acortar el trayecto, no será difícil encontrar un cartel donde nos muestren la senda que conducirá a la salida.
Entre las normas del Parque, está la de no introducir comida. Sí que recomendamos ir cargados con suficiente agua para poder completar el recorrido, sobre todo en los meses de verano, cuando el calor hace más complicada la caminata. En el Parque hay varias “zonas de descanso” donde encontraremos máquinas de bebidas, pero aún así no está de más ser precavidos.
Dicho todo esto, solo queda disfrutar del maravilloso paseo que nos ofrece esta maravilla de la naturaleza. Impresionantes cascadas, un gran salto de agua bajo el que podemos situarnos o tranquilos estanques capaces de transmitir mucha paz. Y todo ello rodeado de árboles y conectado a través de puentes de madera que nos meten de lleno en un cuento.
Es difícil delimitar el tiempo que se puede pasar en el Parque Natural del Monasterio de Piedra. Todo dependerá de nuestros planes, de nuestros intereses y de la persona o grupo que hace la visita. Esa visita puede durar desde unos minutos, si solo queremos llevarnos un recuerdo general, hasta un día completo, porque empezar a andar es despertar las ganas de conocer más y más, y querer comprobar si la siguiente cascada es todavía más espectacular que la anterior. Hay que tener en cuenta, eso sí, los horarios del Parque para distribuir de la mejor forma posible la jornada.
Nosotros dedicamos a la visita del Parque alrededor de seis horas y dejamos la comida para el final. Además, no llegamos a entrar en el Monasterio porque la caminata con los niños ha sido intensa y el calor agota. Decidimos también organizarnos así porque después nos esperaban cerca de dos horas en coche hasta nuestro siguiente destino: el hotel que reservamos en la ciudad de Teruel.
Llegamos a la capital de provincia situada más al sur de Aragón antes de que anochezca. Nos registramos en el Hotel Suite Camarena, un tres estrellas ubicado en un barrio residencial (a quince minutos andando del centro), que pone a nuestra disposición una habitación familiar, donde descansamos perfectamente dos adultos y tres niños. Tres noches con el desayuno incluido nos salen por 405 € y la reserva la hacemos con dos meses de antelación.
El día siguiente lo dedicamos a visitar a unos amigos que viven en Alcañiz (a dos horas de Teruel). Es un día en el que los más pequeños son los protagonistas y en el que los mayores disfrutan viendo cómo ellos se divierten. Entre las actividades que programa mi buena amiga Esther, una visita al Museo de la Magia, donde Montse y Guillermo, que están al frente de esta maravilla, derrochan toda la paciencia del mundo para explicar a los niños algunos de los secretos mejor guardados. Son casi dos horas de juegos y risas.
Como no es nuestra primera vez en Alcañiz, no hacemos una visita turística como tal, pero sí os invitamos a descubrir una de las localidades más bonitas de la provincia de Teruel porque estamos seguros de que os sorprenderá.
Y así llegamos a nuestro último día completo en tierras aragonesas. Esta vez no haremos un desplazamiento largo en el coche, ya que nos quedamos en Teruel ciudad para visitar lo que ya llamamos entre nosotros el paraíso de los niños que aman los dinosaurios: Dinópolis. El complejo de Dinópolis se extiende por varias excavaciones de la provincia donde se han encontrado restos de dinosaurios, pero el recinto más grande se encuentra en Teruel. Es un gran Parque Temático que nos ofrece mil formas de conocer y disfrutar de estos enormes reptiles que nos abandonaron hace tiempo.
Dinópolis se encuentra a menos de diez minutos de nuestro hotel. Vamos hasta allí en coche y lo dejamos en el parking gratuito que se encuentra a las puertas del recinto. Como solemos hacer, compramos las entradas por internet, a través de su web oficial (las de los adultos cuestan 28 €, y las de los niños y mayores de 60 años cuestan 22 €). En este caso, no hay descuentos, pero sí nos ahorramos las posibles colas que se forman a la entrada. No hay reducción de precio para las entradas a este Parque, pero podéis conseguirlos si os interesa comprar una entrada colectiva para visitar varios parques temáticos del país o si adquirís el abono de la temporada completa.
Si se trata de la primera visita a Dinópolis, es recomendable estudiar durante unos minutos el mapa que nos entregan a la entrada para aprovechar mejor el tiempo. De las decenas de actividades que nos ofrecen, algunas son a horas determinadas por lo que nos evitaremos perder mucho tiempo esperando a que empiecen. Es el caso, por ejemplo, de las proyecciones en 3D y 4D, o de las funciones de teatro.
También tenemos que tener en cuenta que no todas las propuestas están destinadas a todos los públicos. En el caso de las atracciones mecánicas, solo pueden subir los pequeños que miden menos de un metro y veinte centímetros; y en cambio, para disfrutar del cine 4D, hay que superar esa altura.
Mención destacada merece también el Museo Paleontológico donde, además de mostrarnos cómo trabajan en Teruel por recuperar los restos de los dinosaurios que habitaron estas tierras, nos enseñan cómo vivían hace millones de años.
En este Parque tampoco está permitido introducir comida, pero no hay que preocuparse porque hay varios restaurantes donde podemos tomar diferentes tipos de menús adaptados a cualquier bolsillo. Desde bocadillos o hamburguesas, hasta un menú completo compuesto por un primero, un segundo y un postre.
Nos marcamos una hora como tope porque si fuera por los niños, podríamos quedarnos allí una semana completa. Volvemos al hotel para recuperar fuerzas y acercarnos al centro de Teruel. Disponemos de poco tiempo antes de que anochezca, pero no queremos marcharnos de aquí sin conocer algunos de sus principales atractivos.
Dando un paseo, llegamos hasta el Mausoleo de los Amantes de Teruel. Esta obra fue creada por Juan de Ávalos. Al lado, se encuentra la Iglesia de San Pedro, un impresionante templo mudéjar del siglo XIV. Si la parte exterior es bonita, el interior os dejará sin palabras. La entrada para visitar el Mausoleo incluye también la visita guiada a la Iglesia, una visita que merece mucho la pena.
Es tarde y solo nos da tiempo a acercarnos a la Plaza del Torico, y tomar algo en una de las terrazas que instalan en esta zona. Nuestra visita a tierras aragonesas tiene lugar durante una de las temidas olas de calor que se sucederán durante el verano de 2019, pero la verdad es que la hemos superado bastante bien, buscando siempre lugares frescos y llevando en todo momento una botella de agua a mano.
Al día siguiente, nos marchamos de la que ha sido nuestra casa durante los últimos tres días. Llega el momento de dejar Aragón, conscientes, claro, de que habrá una próxima vez para seguir disfrutando de esta tierra.