Este año el puente de diciembre nos ofrecía cuatro días libres y una oportunidad espléndida para regresar a uno de nuestros países favoritos: Italia. A mediados de octubre compramos los vuelos y reservamos el alojamiento. En el primer caso, adquirimos dos tipos de vuelos, unos para el trayecto Lisboa-Nápoles-Lisboa (con las compañías Ryanair y TAP) y otros para el de Madrid-Nápoles-Madrid (Ryanair). Sin duda, y suele ser la tónica general, los primeros son mucho más baratos, pero los compromisos laborales obligan a parte del grupo de este viaje a asumir los costes del vuelo más caro.
El alojamiento lo reservamos a través de la web de Booking. Para elegirlo, nos fijamos, sobre todo, en la ubicación (a dos minutos a pie de la Plaza Plebiscito), en los comentarios de otros clientes y en el precio. Finalmente, nos decantamos por un apartamento llamado Plebiscito Street. Nos cuesta 580 € por cuatro noches, cantidad que hay que dividir entre cinco personas. A ese precio habrá que sumar, además, 50 € por la tasa turística (2,50 € por persona/noche), que se suelen pagar directamente en el alojamiento. El apartamento, sinceramente, se queda corto para lo que esperábamos. No dispone de microondas, poco preparado para el invierno (con solo dos splits) y ni siquiera tenía armario en una de las habitaciones.
La ventaja de reservar con Booking en este caso es que nos regalan el servicio de taxi desde el aeropuerto de Nápoles hasta el alojamiento. Teniendo en cuenta que somos cinco personas y necesitaríamos un taxi especial, el coste total hubiera sido de casi 50 €.
Para la mayoría de las que hacemos este viaje, ésta es la segunda vez en Nápoles, por lo que distribuimos nuestro tiempo de la siguiente forma:
- Día 1: viaje y Nápoles
- Día 2: Pompeya
- Día 3: Paestum y Nápoles
- Día 4: Nápoles y viaje
Para visitar la espectacular Pompeya, lo mejor es llegar al recinto temprano, cuando abren. El tiempo pasa volando y la antigua ciudad romana tiene tantísimo que ver que siempre nos quedará la sensación de que la visita no está completa.
El trayecto que separa la capital de la Campania de Pompeya lo hacemos en la Circumvesuviana, un tren que recorre la costa y que, en algo más de cuarenta minutos, nos deja en nuestro destino: la parada de Pompei Porta Marina (a solo cuatro minutos caminando de una de las puertas del recinto). La entrada normal cuesta 15 €, pero antes de llegar a la puerta encontraremos unas taquillas en las que, pagando 2 € más, se puede comprar la entrada que permite el acceso sin colas.
Cada visitante decide el tiempo que quiere pasar en esta antigua ciudad romana. Si no optamos por una visita guiada, lo mejor es orientarnos con el mapa que nos entregan a la entrada, para que no se nos eche la hora del cierre encima sin haber visto las domus más espectaculares. Quizás, llegados a este punto, más de uno se está preguntando cuáles son esas casas… Una pregunta bastante difícil de responder, ya que una vez completada la visita, ni siquiera las que integramos este grupo de viaje nos ponemos de acuerdo a la hora de elaborar nuestro particular ranking.
Sí que podemos recomendaros que no os perdáis la Villa de los Misterios, el Lupanar o prostíbulo, la Casa del Poeta Trágico, la del Fauno, la de Menandro y la Casa de los Vettii. Pero éstos son solo algunos ejemplos de las espectaculares domus que fueron devastadas por la erupción del Vesubio el 24 de octubre del año 79 d.C.
Además de visitar esas viviendas, hay que perderse por las calles pompeyanas; saltar y hacerse fotos en los elevados pasos de cebra; y contemplar los espacios donde celebraban grandes eventos como el Anfiteatro o los dos Teatros. En Pompeya el tiempo vuela y más si hacemos la visita en otoño, ya que las casas se cierran a las cuatro de la tarde, y una hora después, lo hacen todas las puertas del recinto.
Por cierto, no olvidéis contemplar a través de las rejas, en la zona del Foro, los «calcos» que se conservan. Son lo que podríamos llamar las «momias de Pompeya», figuras impactantes que nos permiten hacernos una idea de cómo vivieron los pompeyanos sus últimos momentos. En páginas web como Visitar Pompeya, nos cuentan cómo «Giuseppe Fiorelli, arqueólogo al que consideramos el padre de la arqueología científica en Pompeya, se dio cuenta de que, en ciertos momentos de la excavación, topaban con huecos entre la ceniza que se correspondían con las huellas dejadas por los cadáveres atrapados. La materia orgánica había desaparecido, quedando el esqueleto y el volumen equiparable a su cuerpo ocupado por un vacío entre las capas de ceniza. En 1860, se le ocurrió un método para rescatar los vacíos de los pompeyanos inyectando yeso líquido que iba ocupando el hueco para después solidificarse. De esta forma, se obtenía un calco bastante detallado, que encerraba el esqueleto original, de aquellos desafortunados que no tuvieron la ocasión de escapar.»
El tercer día de nuestro viaje nos depara una de las mayores sorpresas. Lo dedicamos a conocer Paestum y, a pesar de que nuestras expectativas eran altas, se quedaron cortas ante lo que allí encontramos.
Para desplazarnos hasta la que fuera una importante ciudad griega, utilizamos el tren. En algo más de una hora llegamos hasta nuestro destino. La estación tiene el mismo nombre que el yacimiento, y caminando, en unos minutos, nos situamos frente al museo. El precio de la entrada para visitar el museo y el yacimiento tiene un precio que varía en función de la época del año. Si llegamos en otoño, la general nos cuesta 6 €, aunque hay descuentos para diferentes colectivos, por lo que mejor informarse a la entrada.
El museo guarda importantes tesoros arqueológicos. Destaca `La tumba del nadador´, encontrada en 1968 por el arqueólogo italiano Mario Napoli. Las losas que la componen están pintadas al fresco y llama la atención una imagen, la de un joven arrojándose al agua. Entre las miles de tumbas griegas de esa época (700 a 400 a.C.), ésta es la única decorada con frescos de escenas humanas. Este hombre y su salto se interpretan como la metáfora de la transición de la vida terrena a la eternidad.
Fuera de las paredes del museo, continúa la lluvia de sorpresas que nos regala Paestum. Sobresalen por su tamaño los templos de Atenea, el de Apolo y el primer templo de Hera o antigua Basílica. Pero el yacimiento abarca mucho más… es un lujo pasear contemplando las ruinas del antiguo anfiteatro, el foro y otros muchos edificios públicos, que permiten hacernos una idea de la importancia que llegó a tener esta ciudad. Con el tiempo, otros yacimientos la han eclipsado, pero sin duda, se trata de una visita que debería incluirse en todo viaje a esta zona de Italia.
Al igual que ocurría con la visita a Pompeya, en Paestum podemos invertir todo el tiempo del mundo. Detrás de una joya, llega otra mayor, así que, como hay que poner un tope, decidimos regresar a Nápoles después de comer en un restaurante que hay junto a las tiendas de recuerdos, a pocos metros de los tornos de entrada y salida del yacimiento.
Llegamos a la capital de la región de Campania cuando ya ha anochecido. No es raro en una época del año en la que a las cinco el cielo comienza a oscurecerse… Aún así, no nos resignamos a meternos en el apartamento y decidimos conocer el barrio Rione Sanità, típico barrio napolitano que ese día celebra su `Noche en blanco´. Como en toda celebración de este tipo que se precie, las calles de llenan de gente, actuaciones musicales y puestos de comida callejeros que convierten la zona en una auténtica fiesta.
Rione Sanità reproduce a la perfección la idea que cualquiera tiene de un barrio de Nápoles. Ríos de personas esquivan a las motos que, sin respetar ninguna regla, atraviesan callejuelas que puede que sean peatonales, pero eso… ¿a quién le importa? Un caos en la calle que no perturba la alegría de los napolitanos. Ellos se cruzan, se llaman a voces, se besan y abrazan. Si apetece algo dulce, siempre es una buena opción tomar un fiocco di neve, el producto estrella de la pastelería `Poppella´, un exquisito dulce relleno de suave nata que con solo recordarlo se nos hace la boca agua.
Por cierto, no olvidéis levantar bien la mirada cuando caminéis por las calles de Rione Sanità. Es, sin duda, la mejor forma de no perder detalle de los edificios señoriales que nos saludan desde ambos lados de cada calle, edificios ahora decadentes, sucios, que actualmente acogen viviendas, pero que bien podrían servir como escenario para cualquier película de terror. Como ejemplo, el Palazzo Sanfelice fue utilizado para la ambientación de la película `Questi fantasmi´, adaptación al cine de la comedia homónima de Eduardo de Filippo.
El último día en Nápoles amanece con la vista puesta en el Museo Arqueológico. De camino, hacemos una parada en el famoso `Caffè Gambrinus´, próximo a la Plaza Plebiscito. Abrió sus puertas en 1890 y cuentan que pronto se convirtió en centro neurálgico de la vida social y cultural de la ciudad; y que reyes, políticos, periodistas, escritores y artistas se reunían en torno a sus mesas. Aquí, degustamos el famoso babà, dulce esponjoso, de origen eslavo, que fue adoptado por Nápoles, que ahora lo presenta en los escaparates de todas sus pastelerías.
Con el estómago contento llegamos a la joya de los museos napolitanos, el Arqueológico. La entrada general tiene un precio de 18 €, pero si lo visitamos a partir de las 17 h (cierran a las 19.30 h), el precio se reduce a 9 €. En su interior, hay espacio para perderse durante horas. Nosotras optamos por invertir la mayor parte del tiempo en las salas dedicadas a Pompeya.
Al salir del museo, nos dirigimos hacia la Catedral de Nápoles, pero de camino nos encontramos con una de las calles más curiosas de esta ciudad: Via San Gregorio Armeno. Recorrerla es meterse de lleno en un nacimiento navideño. La vía es estrecha, pero a ambos lados encontraremos multitud de puestos que nos ofrecen los adornos más curiosos, imposible describirlo con palabras, hay que vivirlo.
Y paso a paso, llegamos a la Catedral. A diferencia de la mayoría de las catedrales italianas que presiden grandes plazas, ésta nos sorprende entre dos edificios. Parece que se esconde, modesta, sin alardear de los tesoros que guarda en su interior. Y pensar que en un principio queríamos conformarnos con la foto de la fachada…
Para comer en la capital de la Campania, os presentamos dos sitios que nos encantaron y que nos gustaría compartir con vosotros. El primero es `Trattoria da Nennella´, un lugar cuanto menos curioso, en el que la diversión está asegurada. No recomendable, eso sí, para los que huyen del jaleo. Aquí, la música ayuda a hacer la digestión y el baile a bajar la copiosa comida. Por cierto, hay un menú de 12 € y otro de 15, dependiendo de si queremos añadir un entrante a los dos platos siguientes y la fruta del postre.
El segundo de los lugares que queremos recomendaros es `Antica Pizzeria Prigiobbo´. Al igual que la propuesta anterior, se encuentra en el Barrio Español de Nápoles. En este caso, el ambiente que se respira es más tranquilo, aunque los camareros se siguen comportando como si nos conocieran de toda la vida, y no dudan en negarse a traerte la pizza que pides si consideran que hay otras más sabrosas. Los precios son muy ajustados. Como ejemplo, la famosa pizza Margherita (con tomate, mozzarella y albahaca) cuesta solo 3,50 €.
Las horas pasan rápido y más cuando se está disfrutando. Toca dirigirse al aeropuerto para tomar el vuelo de regreso, y una forma de hacerlo es en autobús. Podéis tomar el Alibus en la parada que hay en el puerto o en la Estación de Nápoles Central. El billete cuesta 5 € y se puede comprar en el mismo autobús. Es la opción más económica, pero recomendamos ir con tiempo porque el tráfico es esta ciudad es caótico y lo que se tarda en llegar al aeropuerto es difícil de calcular.